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Sakkarah

Mis cuentos y relatos.

Los finos...

Los finos... Los finos y frágiles hilos invisibles fueron rotos por el sueño. La luminaria, de belleza increíble, es rauda en su caída. Una estela brillante deja esparcida en el abrazo con el espacio.

Su luz abre mis ojos perezosos y cargados de somnolencia. Allí, en el alfeizar de mi ventana, se posa entregada. Mi tímida caricia hace que me abrase el alma, y mi cuerpo se estremece rememorando cada paso perdido.

Su sordo latido me impulsa a explorar el desconocido camino de abismos que me perderán en asombrosas sensaciones.

Sakkarah

En hilera.

En hilera.

Autor imagen: Marie Laurencin

En hilera paseaban ante mis ojos. Metida en el desfile me encontré. Muñeca de cartón entre porcelanas. El amor volaba cerca, muy cerca, mas nunca me podía aproximar. Hélice sobre mi cabeza que me hacia arrodillarme.

La melodía se acaba cuando el móvil me despierta. Gigantes posan sus ojos en el, ávidos contestan, mientras yo despierto del sueño. Colores espaciales, boinas verdes, trajes negros desfilan ante mis ojos. De ellos brotan ríos, que quedan helados a la intemperie.

La luz se aleja, la densa oscuridad vela mis ojos. Mis ideales expuestos en la cómoda de un anticuario. Su olvido me dejó en la esquina recóndita por donde nadie pasea. Renuncié a todo a cambio nada. No es posible escapar cuando el hado decide que se nace estrellado.

Sakkarah

Mar

Mar Tu aguas defienden la tierra de la mano del hombre. Allí el arado no la traspasa para que los corales broten libremente.

Eres balsa en el paseo de los sueños y ruges porque te gusta inundar al hombre de misterio.

Golpeas la roca como pasión violenta, y la rodeas de tiernas espumas que lavan las heridas de tus vaivenes.

La serenidad de tus olas se acerca a la caricia, y aun no entiendo cuando tus brazos emergen a arrebatar la vida.

Reflejas el resplandor de los astros y acoges las noche. El cielo te busca en unión quimérica a los ojos del hombre.

Sakkarah

Las nubes...

Las nubes...

 Autor imagen: Joaquín de Aro

Las nubes estaban muy alborotadas, brillaban con gris intenso, no eran los mejores días para navegar.
Arribó a la isla más cercana y allí decidió descansar. Con la cabeza en las rodillas recreaba su corta vida, no eran los mejores momentos.

Algo rozó su pelo, era ligero como una rama, pero no, no había nadie. Se levanto perezosamente, se sentía melancólica, una melancolía sin sentido, nada había llenado su vida. Echó a andar, despacio, pensativa...A lo lejos algo relucía, algo la arrastraba sin proponérselo. Entre las ramas encontró un tesoro, ¡¡¡ era increible !!! No lo había buscado, ¿ por qué encontrarlo? Lo cogió lo acarició y se dirigió al barco con prisa, quería guardarlo. Ella no conocía tesoros, siempre viajaba sola surcando los mares.

Cogió el rumbo hacia la isla de los sueños, allí lo escondería donde nadie lo pudiera encontrar. Se sentía feliz..Junto al tesoro encontró el mapa, se tumbó bajo una palmera, iba a revisar su contenido. ¡Increíble! ese tesoro había pertenecido a una princesa...

Abandonó la isla de los sueños y navegó hacia su tierra. Al llegar a casa buscó entre sus libros, debería encontrar esa historia. Una vez el libro entre las manos, empezó a leer sin detenerse. ¡¡¡Qué bella historia!!!!! Su corazón soñaba siempre con el amor, ella aun no lo había encontrado.

Quiso ver ese tesoro, lo guardaría en la isla hasta que la princesa lo reclamara. No quiso pararse a descansar, volvió a embarcar hasta llegar a él. Su sorpresa fue grande, no se dejaba encontrar, parecía un tesoro embrujado. Sabía donde lo había guardado, pero...

Estando escribiendo este cuento apareció el hombre de mis sueños. Lo interrumpí llena de felicidad. No llegaron esas palabras que anhelaba mi alma, fue un adiós...

Este cuento queda interrumpido. Habrá muchos cuentos, pero este jamás podrá ser contado. Habrá muchos grandes amores, pero este gran amor lo cortaron de raíz sin haber casi empezado.

Habrá bucaneros que surcarán los mares, pero ya nadie podrá abominar de la Fantasía

Sakkarah

Ruge...

Ruge...

Ruge el viento, aleonado, amenaza con la destrucción. Es día de nieblas, y a lo lejos la sombra negra pasea haciendo recuento de sus maldades. Las cuenta con avaricia.

 

Con la mirada doy una señal a la ventisca, que rauda arrastra la sombra, elevándola patas arriba. Divertida la imagen del mal, invertida, con las faldas cubriéndola el rostro y dirigiéndose al destierro, camino de su perdición, y de perderse.

 

No hay farola contra la que no estrelle su cabeza a su paso. La maldad va adquiriendo formas achichonadas y grotescas. Mi liberación va tomando el perfil de la felicidad, el viento se hace brisa, el sol levanta las brumas.

 

Voy corriendo a soñar de nuevo.

Sakkarah

Los cipreses...

Los cipreses...

Los cipreses van señalando el camino. Majestuosos, consiguen que se haga un nudo en las entrañas; pero tengo que seguir el impulso que me guía hacia delante.

El caserón de estilo victoriano, no podía ser menos, impresiona por sus ruinas, pero el gato me hace pensar que dentro palpita aún la vida.

El chirrido de la puerta me encoge el corazón. Trago saliva, hay que ser torera de capote al aire, que los vientos ondulen

Una luz de sucio amarillo se dejaba ver por la rendija entreabierta. Azulejos gigantes, de blanco grasa, me daba su reflejo opaco. Me perdía por los grises suelos porosos y mi corazón empezó a latir acelerado al encontrarlos. Tan gigantes, poseídos. Sus caras no eran agradables, y las afeaba un rictus de amargura. No existía al sonrisa. Sus ojos de acero no reparaban en mi. Ellos tan majestuosos, con sus altos gorros blancos, sólo se ocupaban de guisar. Enormes cacerolas rojas encerraban entre sus paredes negras, lo que se cocía.

Hedía, era difícil soportar el aroma que soltaba el guiso de los prepotentes ciervos. No soportaba esa mirada metálica y esa mueca torcida de sus gentes. Su altura...

 

Salí corriendo para sentarme al pie del primer ciprés. No podía alejarme, pero me negaría a comer sus misteriosos potingues. No quería soportar su gesto cruel, ni fría mirada.

Yo, al pie del árbol, amiga de las hormigas.

 

Sakkarah

El espejo...

El espejo...

El espejo me devuelve mi imagen. Es algo extraño estos cuernecillos que me salen; soy tan despistada que ni cuenta me daría cuándo me empezaron a nacer, por no decir, cuándo me los empezaron a poner. Pero me veo muy roja, ¿será que a estas alturas de mi vida me he vuelto apasionada? Tengo que examinarme. Nunca dejo las cosas en su sitio, salgo de la cocina y me he traído el tenedor al baño: un caso perdido lo de mi principio de alzheimer. Aunque, lo que ya me descoloca del todo es este rabo tan peludo al final; casi se podría decir que me he convertido en diablillo, o, en diablesa; esta última idea me gusta mucho más. 

Lo que más me agrada de los espejos, es que no revelan mi forma de ser. No se ve mi torpeza en tantas y tantas cosas, ni mi falta de carácter. Aunque al ver este enrojecimiento repentino, bien pudiera decirse que estoy airada, que no aguanto a zutanita por lo engreída que es. No me importaría que se dejara traslucir mi sentido de la justicia, pero este espejito me tiene una manía terrible; con estas rojeces , seguro que está dejando ver mi envidia por la Shifer. Aunque tengo mis dudas, porque he oído que la envidia es amarilla. Creo que lo mejor es volver a la cocina, porque, al final, terminaré viendo una rana tras de mi, y pensaré que es mi príncipe. 

Ya sólo me falta oír ese chiste tan machista de que me van a agrandar la cocina para darme más libertad. Me alivia mucho pensar que lucifer era el ángel más bello; hoy fijaré esto en mi pensamiento para tener la moral muy alta. Necesito que él me encuentre guapa.

Sakkarah

Trajín

Trajín

Trajín de máquina, y tic-tac de reloj. Unos cables unen la noche y el día, todo muere entre las paredes

Una rendija atrae la luz del alba, con un aroma ausente de montaña, de cumbres nevadas, y faldas verdes. La nube se escapa en mi pensamiento, trayéndome la añoranza de un cielo azul, o naranjas de atardeceres. Un ventilador mueve el aire asemejando una brisa.

Las estrellas añoran las minúsculas luces en las ventanas, ignorantes de las habas podridas por las esquinas. El estruendo de la soledad resquebraja las paredes, mientras en las chimeneas arden los recuerdos utópicos, y futuros muertos.

La locura se apodera de la mano, que presurosa recorre el papel, como un caballo que galopa hacia la nada. Allí, al otro lado le esperan los ojos tristes de los muertos.

Sakkarah

Abría su puerta.

Abría su puerta.

Abría su puerta leñosa para que yo entrara. Con sus brazos rama me tomaba por el hombro alentándome a entrar. Las flores se alineaban haciendo paso, y mis pies se posaban por su alfombra de raíces. 

El musgo tapizaba sus paredes, de las que pendían candelabros de margaritas. Me resultó curioso, ver preparar a las abejas el postre, tan laboriosas. 

El sol brillaba, esperando a la salida, y mi corazón latía descansado mientras, fuera, veía retozar las cabras que me traerían el desayuno. Ligero era mi peso con mi mente desinhibida, alejada del ruido, el alma se eleva a la copa; y entre amarillos y verdes se bebe el cielo. 

El río suena invitándome al baño, feliz me siento en este hogar aislado donde en soledad floto. Un suspiro se escapó en el aire, y en los raíles serpentea camino de la ciudad. No hay billete de vuelta. Saco el pañuelo de las ausencias, para ondearlo diciéndole adiós.

Sakkarah

Tan solo una hormiga.

Tan solo una hormiga.

En el sendero de la vida, de áridos parajes, me salgo de la fila a un frondoso parque. Alcanzo los tesoros con la vista, no pudiendo con el peso. Parada, llueve la riqueza de los desperdicios; soy sola en la carga. La fronda se hace espesa y el cansancio nubla a mi vista los colores. Triste soledad de decisión, quedo quieta, aterrorizada.

Abandonada en tu mano que sujeta mi vida. Me miras, no sabes si buscarme el camino. De tu corazón dependo con mi ya infinita calma. A tu orilla un precipicio tras blandas veredas. La duda en tu pensamiento me trae la esperanza. Incierto destino el espacio que ocupa mi mente.

En suave descenso me vuelve la vida. Atisbo un átomo de comida y cercana compañía. Una caricia en tus dedos por haberme salvado de la tiranía de la muerte. Siento ser tan solo una hormiga.

Sakkarah

Capricho

Capricho

Es una escalera de caracol. Larga y estrecha. Todos se pelean por subir por ella, pero el caso es que para llegar abajo, a su primer peldaño, primero cayeron desde arriba. Allí, en el país de los ensueños sin pies ni cabeza, ellos se asomaban. La curiosidad les perdía y caían al abismo. Un lugar oscuro en el que sólo resaltaba la escalera de bronce.

A codazos se hacían paso para ir subiendo, y allí al final de ella se encontraba él. No era fácil de contentar, y todo sentimiento que no le apetecía lo decapitaba con su espada. Se hacía llamar Capricho.

Decir que era terrible sería exagerar, porque siempre había algún sentimiento que, gracias a él, pasaba a una estancia de extrema belleza. Decorada en rojo, sus paredes son de gotéele de seda, sus asientos de agua, y un ambiente de brisa. Allí se alojan. Don capricho hace llamar a la estancia, corazón.

Todos los sentimientos, desde el abismo, desean tocar mi flaqueza; pero el capricho trabaja al albur. Nadie sabe aún cual es su talón de Aquiles. Es un gran cómico que tan pronto pone la cara más trágica, como triste, o de malignidad. Se adueñó en su día de todo el edificio, e hizo de la mente el país del nunca jamás. Un país tapizado de sueños inalcanzables. Bellos y distantes.

A mi cuerpo lo ha convertido en un edificio sin sentido. Grotesco lugar de acogida, que en su interior sostiene las luchas más encarnizadas y silenciosas. El tirano Capricho juega a su antojo.

Sakkarah

Posé mis ojos.

Posé mis ojos.

Posé mis ojos en las aguas del mar, allí donde siempre encontraba la serenidad. Un repentino impulso me hizo pasear para encontrar materiales. Había decidido hacerme una casa o cabaña frente a el.

Nunca había construido, pero sabía que siempre que preguntara iría aprendiendo. Me di cuenta de que la gente está deseosa de instruir y de ayudar. Enseguida tuve algún ladrillo, maderas...Decidí no disponer de dinero, pues el poco que me quedaba sólo lo utilizaría para subsistir, para alimentarme frugalmente.

No sería una construcción sólida, pero tampoco mi vida estaba asegurada por gran tiempo. Había decidido entregarme al azar.

Podrían hacerme levantar mi casa, pero estaba en una playa apartada, escasamente visitada. Quizá se decidieran a hacer la vista gorda. Paseé por los contenedores para encontrar algún mueble que hubieran dejado a sus pies.

Sabía que había gente que de allí los cogía para alquilar sus casas amuebladas. Enseguida encontré dos banquetas pero el lugar donde aposentar las posaderas estaba vacío. Si encontraba unas cuerdas lo arreglaría enseguida; total yo no pesaba demasiado, y seguro que no tendría visitas.

Enseguida me dieron un colchón semi nuevo y ropa de cama. Esas personas sabían que yo nunca tendría con que agradecer sus cuidados, pero se sentían pagados con una sonrisa.

Cada noche, antes de acudir el sueño, yo moría de terror. Nunca conseguí acallar mis miedos, aunque me daba igual morir. Esperaba la visita con la guadaña incluida; pero quería una muerte dulce. No podía elegir a no ser que yo misma tomara la iniciativa, y no lo haría.

Hoy sé que todo acabo. No sé si soy feliz, pero ya no dependo del amor. Nada me ata mientras flotando veo lo que fue mi último reducto. Nadie puede tocarme, no me ven, pero tampoco me dañan. Pensé que no habría lágrimas para mí, pero noté como les brotaban al recoger mi cuerpo. Parecía dormida...

No, no me aliviaron sus llantos, sólo hubiera necesitado detalles...

Sakkarah

Quiso pensar...

Quiso pensar...

Quiso pensar, y pensó tanto que olvidó la lectura por completo. Enredada en su pensamiento, escalaba una vida extraña. Ya no la importaba nadie, era ella con su mundo imposible a cuestas. 

Sus ligaduras se iban debilitando y rompiendo, a poco tiempo de llegar a la cima. Al fin, pendía de un hilo y se adentraba en las espumas de la nada. Allí sintió el frío que taladraba los huesos de sus piernas, y se aferró a una roca para salvarse. Necesitaba un libro. 

Todo lo que necesitas lo encuentras en el lugar apropiado. Ante sus ojos, con sus páginas abiertas, la esperaba. Ella ávidamente leía, mientras iba tornando el calor a su cuerpo. Ya sentía sus pies, y se encontró ligera para poder correr en pos de la imaginación perdida.

Sakkarah

Entre...

Entre...

Entre las mal colocadas, y deformes losas, nació un jardín salvaje de Pensamientos enanos. La belleza siempre sorprende en los sitios más inesperados.

No hay árboles, pero los gorriones acuden siempre a pasearse. Las aves inundan el lugar, cada amanecer, con sus trinos. Aquí los días de verano van muriendo entre las nubes.

Un alambre, retorcido y fuerte, lo atraviesa. Unas manos rudas, ausentes de filigranas, lo pusieron. Sólo debía cumplir una función, y no era precisamente la de la estética. Hoy, todavía se llena de intensos colores que se sujetan a el, como si se tratara de mariposas prendidas de las hojas en los setos.

Aquí no llega el sonido del río, pero lo suple una manguera, que lo baña en tiempos que no hay restricciones. Un calabozo subterráneo se adivina. Allí van directas las aguas a suicidarse, o a excavar recovecos para encontrar la libertad de nuevo. A veces, el viento trae los papeles que acuden curiosos a sus rejas a asomarse.

Al fondo, la verja, que no cumple sus mínimas funciones, pero ocupa su espacio. Pequeña, y siempre abierta, dejando paso al perro en sus carreras desenfrenadas para dejar oír sus ladridos, o dejar ver a los vecinos, que aún conserva una buena dentadura.

Un lugar para pasar cortos ratos que se van robando a la vida. No es bello, pero en estos momentos forma parte de mi paisaje.

Sakkarah

Monstruo

Monstruo

Sus ojos grandes, bien abiertos, y muertos; con la luz del mal en el fondo. Pequeño monstruo que saca pecho queriéndose estirar. Sigiloso, esperando el instante de infligir la condena.

En las noches prepara su festín, y en el día se empapa para la maldad. Solitario y huraño, se retuerce de risa con otro dolor.

Impecables sus manos, no manchadas de sangre. Su mente perforadora silenciosa de las almas, cuchillo carnicero.

Cordero con lazos que bala a los pies de todos. Abominable víbora.

Sakkarah

El candelabro.

El candelabro.

Los pasos van guardando equilibrio entre el empedrado, la cuesta les pone freno; pero la magia de la ciudad da alas a los pensamientos. Ellos aún no conocen los celos, el fracaso; nunca se habían dado cita con el engaño.

Los escaparates visten los limpios sueños, la ilusión no piensa en futuros tristes. Resuelta camina decidida, piensa que la vida es suya. Sabe que tiene muchos motivos para sentirse feliz, y se siente. No rondan su cabeza malos presagios.

El candelabro que reposa encima del taquillón, es signo que habla, que adelanta. Uno de sus cirios, se mantiene seguro en su fulgor; es el presente. El otro refulge tímido, pálido; es el futuro. Nunca podría imaginar tanto sufrimiento que la vida le tenía preparado. Un despertar hacia lo desconocido, donde no la ahorrarían ningún dolor.

Sakkarah

Luna

Luna

Sola, más luminosa que ninguna, pero vigilada por todas las estrellas que te rodean.Penetras en el pensamiento de los nocturnos envolviéndolos en sueños. Guías los paseos arropándolos con un aura armónica. 

Reflejas esperanza musitando silencios, envuelves con tu magia, iluminas la tristeza. 

Coqueta, te cubres con velos algodonosos en las ocasiones propicias al misterio. Enamoras. 

Te sabes bella y no profieres palabras. En soledad de amor esperas cada asomo en el amanecer. Allí te fundes en el corazón del amado hasta llegar la noche donde gustas de sentirte libre aun sabiendo que mil ojos de él, como luceros te vigilan y te adoran.

Sakkarah

El poder corrompe.

El poder corrompe.

Un hombre soñaba con su ideal de igualdad. Luchador nato, trabajaba y alentaba a otros para llegar a la cumbre. Manejar la política del país, sería conseguir que nadie siguiera siendo explotado. 

Muchos que conocían de cerca la miseria, le subieron en hombros aupándole hasta poder llegar a alcanzar el poder. Tras muchas luchas, y días intensos de trabajo, lo consiguió. 

El primer día de despacho, contempló el enorme y negro sillón, y decidió que antes de poner manos a la obra, debería probarlo. La piel hizo mella en su dermis, y le invitó al sopor. Allí, con prisa, llegaron los sueños a trabajar en su mente. Soñó que el dinero compraba su conciencia; que al moverse el dedo, se movían las cosas con consecuencias de grandes magnitudes; que los pelotas botaban en una danza infinita que le producía placidez… 

Parece ser que al despertar, se dio cuenta que el sueño era bello y cómodo. Decidió que la vida era así, y que los obreros nunca dejarían de serlo; que debía pedir consejo a todos los políticos anteriores cuya experiencia ya era un grado. Pensó, que no acabaría el hambre por el sólo hecho de dejar de lucrarse él. Y viendo que todo lo que le rodeaba era bueno, apartó de su mente las miserias que pudieran mover su corazón, y emprendió una serie de negocios que le llevarían a la cumbre. Esa cumbre de donde nadie tendría los redaños suficientes para bajarle. Decidió que era mejor que cada cual se buscase su vida, y que allá con los pobres, o explotados. 

Quedó muy tranquilo con el aplauso de 4 idiotas entendidos en política.

Sakkarah

Todo se quedó...

Todo se quedó...

Todo se quedó en invierno, no acudió la primavera para el árbol. Allí en medio del maravilloso jardín, aún no lo talan, aunque saben muy bien que ya no resurgirá. 

Los gnomos que lo habitan siempre caminan agitados, en un sin vivir, buscando en otros árboles el remedio a su desnudez. Unos les atienden, otros pasan, los menos, les insultan; pero siempre vuelven de vacío. Ellos, tozudos, nunca pierden la esperanza, y día tras día repiten el mismo ritual. 

Sus cascadas de hojas no caen como antaño, las lágrimas verdes se secaron. Sauce solitario y muerto. Los ojos de su tronco están fijos, ciegos entre mentiras, no se cierran. Ya no tiene tiernas hojas que lloren cada engaño, cada trampa. Frío espera la tala. Sabe que a sus g nomos, ese día les nacerán alas.

Sakkarah

Promesa

Promesa

Entraste por la puerta después de un día más de trabajo. Aún no podíamos creernos esa realidad. Fue durante tantos años un sueño, que temíamos que se nos pudiera evaporar.

En esos momentos, nuestros besos no eran esos rutinarios y acostumbrados. Por el contrario el abrazo llevaba deseo, los besos aún era ávidos; y perderme en tu boca me seguía haciendo cerrar los ojos. Nos costaba separarnos, y nuestros ojos se encontraban después a cada instante.

El sofá aún nos servía para seguir juntos arrullando sueños, para reír, para jugar... Yo había sido capaz de olvidar. Podía leer en tus ojos el gran amor que por mí sentías. Nadie fue capaz de separarnos, ni la distancia, ni las normas, ni las palabras que de manera calculada presentaban de tarde en tarde ante mis ojos para que yo desistiera.

No fue lo nuestro una aventura, ni una fogosidad que tan solo se queda en las palabras. No fue una noche de pasión como tantas otras. Era mucho más, era una promesa de amor cumplida.

Sakkarah