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Sakkarah

Escritores y poetas.

Poema el amor justo.

Poema el amor justo.

Te amo
no tengo otro remedio
tanto como a las banderas rotas
tanto como a los caídos de la Comuna
que admirábamos sospechosamente como tercos topos
         esperando resurrecciones.
 

Y te necesito
porque llegas tarde a casa
con vocabularios aprendidos muy lejos
voces que hablan de olas azules
rizadas por la ilusión de un verano soleado
        
        
No estemos tristes
 

Amor mío
los ríos siguen corriendo
y los niños juegan con pelotas coloreadas
como aquellas que absorbieron las horas de nuestra infancia
delicadamente viciada por la oscuridad

         de los años de terror que surgirían. 

Cualquiera escribe
un innumerable poema de amor justo
Algún día leerás las palabras una detrás de otra
como los oscuros días del pueblo trabajador
         sin apenas esperanza
 

Escucharemos mañana
una suave canción de Leonard Cohen
y volveremos a la feria de la opresión
en la que siempre nos tocará ser perdedores
porque dicen que las cosas están difíciles
         pero quién sabe
 

Por eso nos amamos
porque miramos los mismos cromos desde hace tiempo
porque compartimos el miedo
cuando los policías buscaban a los agitadores
porque tus ojos me gustan
         y es que me saben a miel
 

Por eso el mundo es lento y caligráfico
por eso la vida
por eso estamos aquí como un volcán que va a estallar inconteniblemente
Y no habrá cauces que le marquen ni estrellas que le guíen
         el camino es largo y seguro
 

pero el viaje no puede ser inconteniblemente eterno como tú

José Luis Rodriguez

Escucha...

Escucha...

Escucha…

¿En qué otro mundo de cerezas raras

oí tu voz? ¿En qué planeta lento

de bronces y de nieve, vi tus ojos

hace un millón de siglos? ¿Dónde estabas?

Fuiste agua hace mil años.

Yo era raíz de rosa, y me regabas…

Fuiste campana de pagoda, yo era

nervio del ojo que miró a tu bronce.

Nos hemos perseguido,

alma con alma, atravesando cuerpos

peregrinos de venas y latidos,

por pieles de animales, por estambres,

escamas, esqueletos, cortezas;

por mil cuerpos y sangres diferentes,

alma con alma, cincelando torres

de espíritu con lágrima y sonrisa.

Agustín de Foxá

Ten compasión, amor, piedad...

Ten compasión, amor, piedad...

¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,
amor de un solo pensamiento, que no divagas,
que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.
Permíteme tenerte entero... ¡Sé todo, todo mío!
Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer
del amor que es tu beso... esas manos, esos ojos divinos
ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,
incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,
no retengas un átomo de un átomo o me muero,
o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,
¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

John Keats

Nadie...

Nadie...

Autor de la imagen: Nemesio Rubio

Nadie porfíe ni espere
vencer efectos del hado,
que el que ha de ser desdichado,
entre los remedios muere.

*Villamediana, galante poeta de los amores reales*

La memoria.

La memoria.
”La memoria de los pobres está menos alimentada que la de los ricos, tienen menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tienen, claro está la memoria del corazón, que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. El tiempo perdido solo lo recuperan los ricos. Para los pobres, el tiempo solo marca los vagos rastros del camino de la muerte.”
Camus

La calavera.

La calavera.

En un derruido muro
de la huerta del convento,
en un agujero oscuro
do silvia al pasar el viento.

Y como una dolorida
queja a las piedras arranca,
hay en el fondo escondida
una calavera blanca.

De algun fraile soñador
de vida ejemplar y bella,
y dedicada al Señor,
en el mundo unica huella.

Abre los ojos sin fondo
como a visiones extrañas
y del vacio en lo hondo
forjan telas las arañas.

Humedo musgo grisoso
recubre la antigua grieta
donde, en supremo reposo
descansa ignorada y quieta.

Pero hasta aquella escondida
mansion la brisa ligera
lleva murmullos de vida
y olores de primavera.

Golondrinas que en sus marchas
dejaron el patrio río,
huyendo de las escarchas,
de las brumas y del frío.

Cuando la luz del poniente
filtra por el hondo hueco,
y hace parecer viviente
el craneo rigido y seco.

Desde las negras ruinas
alzan sosegado vuelo
y en sus vueltas peregrinas
tocan las ramas y el suelo,

como buscando en el prado
ya por la tarde, sombrio,
el espiritu elevado
que habitó el craneo vacío.

Jose Asuncion Silva

Amantes

Amantes

"A veces le decía:
-Cuando den las doce, piensa en mí.
Y si él confesaba no haber pensado, dirigíale abundantes reproches, que terminaban por estas eternas palabras:
-¿Me amas?
-¡Sí, te amo!
-¿Mucho?
-¡Ya lo creo!
-¿No has amado a otra? ¡Vamos!
-¿Crees haberme encontrado virgen? -exclamaba él riendo.
Emma lloraba, y él se esforzaba en consolarla, alternando con chistes sus protestas cariñosas.
-¡Oh! ¡Es que yo te amo -decía ella- hasta el punto de no poder vivir sin ti! Tengo algunas veces deseos de verte, y todas las cóleras del amor me desgarran. Y me pregunto: ¿Dónde estará? ¿Qué hace ahora? ¡Tal vez hablando con otras mujeres! ¡Y le sonríen...! ¡Se acerca a ellas! ¡Oh! ¿Es verdad que no te gusta ninguna más que yo? Las hay más bellas, ya lo sé; pero yo, yo sé amarte mejor. ¡Soy tu criada y tu concubina! ¡Tú eres mi ídolo, mi rey! ¡Tú eres bueno, tú eres hermoso, tú eres fuerte!
Habíale oído Rodolfo decir tantas veces estas palabras, que no tenían ya nada de nuevo para él. Emma se parecía a todas las amantes, y el encanto de la novedad fue poco a poco cayendo como una vestidura y dejando ver al desnudo la eterna monotonía de la pasión, que tiene siempre la misma forma y el mismo lenguaje".

Flaubert

La mentira.

La mentira. Para algunos, mentir se ha convertido en un estilo de vida.

Sin advertirlo, han creado una red tan compleja de información falsa, que ya no saben como escapar del enredo y hallar la verdad.

Es probable que la mentira produzca cierta fascinación en los niños.

Además de aprender a evitar los regaños, pueden construir un mundo fantástico a su tamaño y engatusar a los demás.

Y de allí puede surgir un inocente "jugar a engañar" que, al ver las ganancias potenciales, se convierte en hábito.

Con la mentira podemos llamar la atención y producir admiración.

Poder ficticio, pero poder al fin.

Los mentirosos sostienen que aunque el deslumbramiento no es legítimo, de todas maneras lo disfrutan bastante.

Su posición es clara e implacable: la mentira como un instrumento para obtener ganancias secundarias.

También mentimos para huir de las obligaciones asumidas.
Podemos enfermarnos, o inventar una calamidad doméstica o hallar un chivo expiatorio en nuestra imaginación.

Otra vez el provecho, a través de una falsificación que no siempre es delito y que produce alivio.

A veces, pareciera no existir antídoto contra esta tentación.

¿Quién no ha mentido alguna vez? Aunque se trate de mentiras piadosas (justificadas en la intención de no producir un daño innecesario), ¿Quién tira la primera piedra?

Las mentiras frecuentes pueden originar, al menos, dos problemas de consideración.

El primero, cuando se vuelve costumbre y se repite mecánica y sistemáticamente, sin mucho sentido: embaucar por embaucar.

Ya ni sabemos por qué lo hacemos.: mentirosos crónicos, megalomanía comportamental pura.

Y el segundo, cuando llegamos a creernos el cuento y a confundir verdad con embeleco.

Adoptamos una forma de autoengaño donde la existencia real y fantaseada se entremezcla peligrosamente.

No sólo terminamos siendo víctimas de nuestro propio invento, sino que además somos víctimas felices.

Esta farsa continua y autodirigida, obra como una píldora de "éxtasis", una megalomanía existencial que nos hace sentir, irracionalmente, más ligeros del equipaje.

¿Qué pasaría si desde hoy, sin excusas ni amagues, decidiéramos mostrarnos como en verdad somos y asumiéramos el riesgo de hacernos públicamente responsables de nuestras acciones, pensamientos y afectos?

¿Generaríamos tanto rechazo como creemos?

Dejar de mentir es un alivio.

Sin máscaras, el rostro se ve mejor, más relajado.

Ya dejaremos de vernos tan perfectos comos hemos querido aparentar, pero al menos auténticos.

Deben ser muy pocos los que nunca han mentido, si los hay.

De todos modos, puedes al menos ser veraz sobre los rasgos que te definen en esencia, y que no podrás disimular o enmascarar, sin sentirte traidor de tus propias causas.

Autor: Walter Riso

Rima XXII

Rima XXII

¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en el mundo
junto al volcán la flor.

Becquer

Poema del regreso.

Poema del regreso.

Autor imagen: Paulo Franco

Vengo del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo los astros con un gesto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma blanca se me posa en el hombro.

Mi corazón humilde se detiene en tu puerta
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.

Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro:
Yo tambien he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen estrellas las noches del destierro.

Quizás tu alma esta abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto ... ¡porque estaba contigo!

José Ángel Buesa

Prometeo

Prometeo

Caigo
caigo
estrepitosamente
estoy sentada en mi silla
no tengo donde agarrarme
horrible
caigo,
sostenme
piedra que arrojó la montaña
sosténganme órganos vitales
estómago, intestino, útero
no aflojen
inflen su aire
llénense de azúcares y cristales
carguen mis cavidades
de eso estoy hecha
de espejos
erráticos
que fáciles
se quiebran.


María Aranguren

Noche

Noche

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.

La canción caía de los árboles
Y tras la niebla daban voces

De una mirada encendí mi cigarro

Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío

En el puerto
Los mástiles están llenos de nidos

Y el viento
gime entre las alas de los pájaros.

Vicente Huidobro

Un explorador cansado.

Un explorador cansado.

Qué otra cosa podría ver un explorador cansado
dentro de los límites de un metro cuadrado de tristeza,
sino Caminos que los limoneros acompañan, sino Colinas
y ondulados Campos donde el vino ya se presiente;

Qué podría ver sinó Islas de Cristal, Ciudades
plateadas, áureas, Amaneceres, Barcos Rojos
que tripulaciones enloquecidas llevan sin rumbo;

Serpientes gigantescas, tigres, podría ver también
ballenas blancas sumergiéndose también en un océano cálido;
Podría ver dos mujeres de vestidos anaranjados
sentadas junto a una pared incendiada por el sol;

Podría ver todos los días irrecuperables
posándose como una bandada de pájaros imaginarios.


Bernardo Atxaga
 

--- Original en Euskara ---

Esploradore nekatu batek zer ikus lezake
tristeziaren metro koadratu baten mugetan,
limoiondoz inguraturiko kaminoak ezpadira;
zer ikus lezake ardo usaineko muinoak eta
eskifaia eroek gidatu ontziak gorriak salbu;

lkus lezazke apika kristalezko irla batzuk,
urre edo zilarrezko ziutate bat goizaldean;
suge erraldoiak eta tigreak, ikus lezazke
bale urdinak ozeano epel batetan murgiltzen;
ikus lezazke bi emakume soineko laranjatsuaz
eguzkiak sututako horma baten ondoan eserita;

Ikus lezazke egun berreskura ezin guzti horick
txori imajinarioen multzokada lez pausatzen.

La hora del silencio.

La hora del silencio.

Vas a partir, amigo.
Ahora como nunca necesito tu mano.
Vas a partir, defiéndeme
del viaje de la ausencia.

Hemos andado tanto
que todos mis caminos reconocen tu paso.

Un incendio de fieras ha estallado en mis sienes,
hay en mi pecho fiesta de garras y de dientes.

Los ecos invalidan el grito calcinado
y huracanes de lumbre clausuran el espacio.

No te hablo de aquel sueño que proyectó el espejo,
ni de aquella promesa de sal crucificada;
aéreo paraíso de tu anhelo
que sustenta mi llanto congelado.

Es mi pie sin tu ritmo,
mi pulso sin tu sangre,
mi boca sin tu aliento,
mi voz sin tu palabra.

Son oscuras canciones perdidas en tu canto,
son mis ojos mirando sin mirada.

He perdido el contorno de mis ángeles,
el perfil de mi sombra,
los abismos de yerba,
la sed enamorada.

No encuentro ese poema que le escribí a la vida
con sonrisas, con pájaros, con jardines que cantan.

Vas a partir, ayúdame
a reconstruir la imagen depurada;
levántala en tus brazos, hazla toda de piedra
dura y fuerte y palpable como muralla.

Llévate mi alegría.
Recuérdame en la hora del silencio.
Encuéntrame en el fresco sabor de las naranjas.

Olvida que tu fiebre alucinada
naufragó en la razón del equilibrio.
Desgarra los tejidos de la angustia
de nuestro inexorable itinerario.

Aurora Reyes

Ella

Ella

Conozco a una mujer: una quietud,
una amarga fatiga de palabras,
habita en el misterio de la luz
que brilla en sus pupilas ensanchadas.

Su alma tan sólo se abre ávidamente
al cobre de la música del verso;
ante la vida larga y sus deleites
su gesto se hace sordo y altanero.

Y con tanto sigilo, y con demora,
qué extraño es su pausado caminar;
no se puede decir que sea hermosa,
pero es dueña de mi felicidad.

Si ansío libertades y me siento
orgulloso y feraz, la voy a ver:
para aprender lo que es dolor sereno
y dulce, en su delirio y languidez.

Ella reluce en horas de zozobra
y lleva los relámpagos asidos,
y sus sueños contrastan como sombras
del ardiente arenal del paraíso.

Nikolai Gumiliov

Despedida

Despedida

Pálida la palabra se rezaga
con olor a partida sin regreso;
un intento de hablar, un retroceso,
llama que ya se enciende, ya se apaga.

Es el adios irrevocable daga
hendida en la mejilla, como el beso
de quien entrega al Justo, y queda preso
de sus acciones, y al final las paga.

No sé cómo decírtelo; he venido
en sequedad de espíritu vencido,
con temor de algún día lamentarlo.

Llueve hoy en mí, y tal vez en ti mañana,
lluvia que nos separa y nos hermana,
y tan difícil hace articularlo.

Francisco Álvarez
    

Me preguntas, Lesbia, cuántos besos
tuyos llegarían a saciarme:
tantos como las arenas de Libia
o como las estrellas furtivas que en la noche contemplan
sin moverse los amores de los hombres.
Esos son Lesbia mía, los besos
que podrían bastar al loco Catulo;
tantos que el curioso no pueda contarlos
ni el envidioso maldecirlos.

Catulo

La muerte meditada.

La muerte meditada.

Has cerrado los ojos,
nace una noche
llena de falsos huecos,
de ruidos muertos
como de corchos
de redes caladas en el agua.

Tus manos se hacen como un soplo
de inviolables lontananzas,
inaferrables como las ideas,

y el equívoco de la luna
y el balancearse, dulcísimos,
si quieres posármelas sobre los ojos,
tocan el alma.

Eres la mujer que pasa
como una hoja
y dejas en los árboles un fuego de otoño.

Giuseppe Ungaretti

Un explorador cansado.

Un explorador cansado.

Qué otra cosa podría ver un explorador cansado
dentro de los límites de un metro cuadrado de tristeza,
sino Caminos que los limoneros acompañan, sino Colinas
y ondulados Campos donde el vino ya se presiente;

Qué podría ver sinó Islas de Cristal, Ciudades
plateadas, áureas, Amaneceres, Barcos Rojos
que tripulaciones enloquecidas llevan sin rumbo;

Serpientes gigantescas, tigres, podría ver también
ballenas blancas sumergiéndose también en un océano cálido;
Podría ver dos mujeres de vestidos anaranjados
sentadas junto a una pared incendiada por el sol;

Podría ver todos los días irrecuperables
posándose como una bandada de pájaros imaginarios.

Bernardo Atxaga

El amor.

El amor.

El amor, a qué huele? Parece, cuando se ama,
que el mundo entero tiene rumor de primavera.
Las hojas secas tornan y las ramas con nieve,
y él sigue ardiente y joven, oliendo a rosa eterna.

Por todas partes abre guirnaldas invisibles,
todos sus fondos son líricos -risa o pena-,
la mujer a su beso cobra un sentido mágico
que, como en los senderos, sin cesar se renueva...

Vienen al alma música de ideales conciertos,
palabras de una brisa liviana entre arboledas;
se suspira y se llora, y el suspiro y el llanto
dejan como un romántico frescor de madreselvas...

Juan Ramón Jimenez