El ave se quedó sin nido, sin árbol.
También le han cortado el aire.
De la asfixia saca fuerzas,
y en el resquicio de una roca está expectante.
Se ha escapado la brisa, que viene a acariciarle,
y a sorbos tiernos conduce al desahogo.
Errática, se despereza de la nostalgia.
Se sacude dejando caer ternuras de rocío al olvido.
Una torre al frente, con soberbio campanario, le infiere fuerza.
Como el más grueso de sus muros serán sus plumas.
No hará nidos, ni permanecerá en lugar alguno;
por extensos valles planeará.
El cielo adquiere un color intenso,
en cuencos de éter mecerá a su ave,
que intrépida, tomó lugar en sus dominios.
Sakkarah