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Sakkarah

Amiga.

Amiga.

Amiga:

 

A cada cual nos pertenece la vida y lo que ello conlleva. Cada uno/a tiene su propia historia.

Tal vez, amiga —como a mucha gente más—, no se puedan dar soluciones a los problemas que la vida te plantea; ni incluso darte respuestas a tus temores, dudas o recelos. Pero no te quepa la menor duda que, de tener la mínima oportunidad, todos los que rodean y bien te quieren podrán escucharte y, contigo, encontrarlas. ¡Seguro!

Es bien sabido lo imposible que es cambiar el pasado; y también el futuro es sumamente complicado, porque cada cual tiene su destino: no hay vuelta de hoja; por tanto, hay que disfrutar del «hoy presente». Por ello, tienes a tu vera un buen cónclave de afines que te adoran y, cómo no, a tu amigo que tanto te quiere. ¡Aprovéchate de todos!, mira a tu alrededor, cógete de la mano amiga y ¡jamás volverás a tropezar!

No te quepa la menor duda: «¡Tienes infinidad de amigos!; y todos, seguro, se hacen propio tus triunfos, tus alegrías y éxitos... ¡imposible de otra forma! Es normal. ¿Quién no disfrutaría de ver feliz a la persona amiga, querida? Es fácil de entender; tan fácil como “el día que empecé a amarte...”. ¡Tiempos maravillosos, añorados...! ¿Sabes? Sí, sé que lo sabes».

Por otra parte, si te plantearas tomar decisiones importantes en tu vida hazlo con la habilidad que te caracteriza: con serenidad y temple; con destreza y astucia; con valor y buen talante y, sobre todo, con la cabeza bien alta. Que no te importe nada ni incluso nosotros, tus amigos, porque no somos quiénes para juzgarte.¿Lo entiendes! Claro que sí; como claro tienes que tener que, cuando me mientes, acudiré presto al abrigo de tus brazos.

Debes conocer cuáles son tus límites de actuación y en qué espacios debes operar. Si a tus amigos les ofreces un hueco en esa burbuja o permites que yo penetre... ¡juntos creceremos!; y aunque no se tenga el poder para evitarte un sufrimiento inesperado, se puede llorar a tu lado —yo ya lo hice en otro tiempo, otro lugar— y unidos reconstruir de nuevo.

Quien te conoce, quien dejas que te conozca sabe cómo eres. Así te tienen que aceptar. ¡No somos nadie para cambiarte o decirte cómo nos gustaría que fueras! El tiempo ha pasado, tu desamor te separó de mí... pero mi cariño perdura; tal vez con una intensidad menor, pero ahí está: sufriendo en silencio, olvidándote sin remedio, porque tú lo has querido. Yo no he cambiado. Tú, sí. Soy el mismo que te dio un beso, frente al mar, bajo la luz de la luna, de una primavera de un año cualquiera que no vale la pena nombrar. Yo sé que lo recuerdas. Me hacías bailar de amor y yo te arrancaba una sonrisa. No he cambiado. Sigo siendo el mismo. Cada noche te llamo, sin esperanzas. Tus problemas sigo haciéndolos míos. Me costó que mis ojos se fijaran en otra mujer; que mis labios besaran otros labios; que mi corazón volviera a latir y, aun así, no puedo olvidar el fervor de tus besos o la calidez de tus abrazos. Aunque todo esté perdido y no me concedas nada... te seguiré amando.

Te tengo, sí, pero en la lista de simples amistades. No ocupas la cabeza de la lista ni por supuesto la cola de ella —tú así lo has querido—; pero he de decirte una cosa: «Quienes hemos tenido el privilegio de conocerte sabemos que has “ennoblecido nuestras vidas” con tu cualidad humana. También es cierto, que no se pretende —por lo menos yo— ser el primero, segundo o tercero de esa lista que tú puedas tener. Bastaría con que quieras, me quieras (a tu manera) y sigamos respetándonos como amigos».

Se oye mucho acerca del dinero; de quiénes lo ambicionan y las cosas que con él se pueden comprar —casi todo—; pero hay algo que el dinero no puede conseguir ¡y a fe que doy de ello!: es tu amistad... amiga; ella ¡no tiene precio!

Templanza

2 comentarios

Sakkarah -

A mí también me ha gustado mucho, Eilen, Templaza escribe muy bien.

Un beso, poeta.

Eilen -

Es increíble, me ha gustado mucho. Muy sensible.

Gracias, Templanza.

Un saludo a tí y a Sakkarah.