Cruzada
Desconozco en qué momento de mi infancia se instaló en mis fantasías tan elegante fetiche, supongo que en un proceso similiar, aunque inverso en motivación y efecto, a la consolidación de una fobia.
La mayor parte de mi vida he observado, divertido, cómo la gente inclina la espalda de sus vidas para arrastrar el lastre de tantos tabúes, como los que hablan de piel, carne y pureza, y que resultan tan inútiles como ridículos. Qué obcecación por otorgar a determinadas regiones epiteliales un carácter sacro, como si acaso un brazo fuese distinto de un seno, de otra naturaleza, como si acaso no hubiese sido carnal, incestuoso, nuestro primer contacto con el mundo, aferrados a un inmenso pecho alimenticio.
Paradójicamente, estoy convencido de que son esos tabúes los que retroalimentan el fetiche, le dan una mano de suculento barniz, lo acercan a lo prohibido, levantando en esa tangente un santuario al que peregrinar, al cerrar los ojos.
Monocamy
7 comentarios
Sakkarah -
Ya nos castigas hasta en tu blog...
Un beso, chico precioso.
monocamy -
¡No encontraba el post, ya!
Gracias :D
Sakkarah -
Un beso, Espartaco.
ESPARTACO -
Sakkarah -
Besos para ti y para Margot.
Margot -
Monocamy, tú di que sí, que aquí nadie estamos exentos de ese tipo de fetiches... cada cosa por su nombre, o, ¿no?.
Un abrazo para ti y otro,muy fuerte, para nuestra anfitriona.
zokato -