Recién nacidos...
Recién nacidos morían.
La distancia se encargaba
de sellarlos en el recuerdo,
para que de esa manera
pervivieran sosteniendo
un amor imposible y unilateral.
Tras un encuentro eterno en el tiempo,
en sus labios volvían a posarse,
evocando el juego húmedo
de su lengua en el pasado,
y atesorando de nuevo el néctar
que se diluiría en instantes.
En el árbol del frío, hay un nido escaso,
débil en su construcción.
Allí el ave que en su día alzó el vuelo,
no se posará.
Unos labios coralinos lo esculpieron
susurrando un nombre sin respuesta.
Nido de piedra te hicieron y,
el aire va llevando las tiernas ramas que
un día, tú y yo tejimos ente el frío.
Sakkarah
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