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Sakkarah

Trasplante

Trasplante

Siempre he sido reacio a ser trasplantado de pulmón. Siempre he tenido escrúpulos de todo tipo. El que otra persona, naturalmente más joven, tenga que morir para yo pueda seguir viviendo me parecía una injusticia tan tremenda y tan cruel que me horrorizaba, sobre todo cuando pensaba en mis hijos al ponerme en el lugar de las víctimas.

Como la “lista de espera” es un proceso en el que te da tiempo a pensar mucho, más que nada porque se hace muy larga la espera debido a la escasa cantidad de donaciones válidas, ya que hay que descartar los fallecidos en accidentes de automóviles, porque la mayoría resultan con los pulmones destrozados a consecuencia del golpe, te vas convenciendo de que no puedes hacer nada para evitar esas muertes.

Otra de las cosas que me hacen rechazar el ser trasplantado es portar dentro de mi cuerpo unas vísceras, quizás las más importantes, como son los pulmones, de otra persona, por muy altruista que ésta sea, pero que cada vez que tosas o incluso respires, notarás que tu boca se llena de aliento que no es tuyo.

Después está el preoperatorio; la operación, que pasa a ser una de las más complicadas de la cirugía, en las que te abren cual codorniz, te cortan tus pulmones para ponerte  otros. No hablemos del postoperatorio ni el tener que pasar lo que te quede de vida tomando pastillas anti-rechazo.

Sí, lo haré por todos…, si es que llega ese donante compatible. Y, mientras tanto, seguiré aguantando mis insuficiencias respiratorias diarias y mis microinfartos cerebrales hasta que el cuerpo aguante.

Y si el cuerpo no aguanta hasta ese día deseado y temido, quiero dejar constancia que, en lo positivo, está mi mujer, de la que he disfrutado casi cincuenta años, porque nuestra relación viene desde que éramos críos, y que aún seguimos queriéndonos y necesitándonos, aunque, a veces, me he quedado con la sensación de que no me he portado con ella como su bondad y su amor hacia mí se merecía.

De mi hija, estoy tan orgulloso, que no solamente creo, sino que afirmo, que jamás padre alguno tuvo la suerte de tener una hija como la que he tenido yo, y creo que por ese motivo ha sido premiada con un hombre bueno, trabajador y justo, y con unos hijos sanos, simpáticos y agraciados.

El varón es como yo, a veces no sabe o le cuesta expresar sus sentimientos, pero el chaval es un cúmulo de virtudes, exceptuando las mencionadas, pero aquí aplicamos aquello que “de casta le viene al galgo”.

Bueno, y de los pequeños, de los nietos, ¿para qué hablar? Yo era de los que decía que los hombres se idiotizaban al ser abuelos, y cuando me ha tocado a mí, he sido el primero del concurso, con mucha diferencia al segundo.

Los amigos lo han sido de verdad, y a las personas que les he dado mi cariño, siempre ha sido con sinceridad, aunque a veces, por motivos disversos, la amistad no haya podido ser como hubiésemos deseado.

Ojalá dentro de unos años este escrito me parezca una pesadilla, un mal sueño, y todo siga como ha estado hasta la llegada de la enfermedad.

Hace veinte años me operaron de cáncer de colon y aquí estoy. ¿No hay un refrán que dice que no hay una sin dos? Pues si ni lo hay, me lo invento y salgo de ésta también.

Discóbolo

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