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Sakkarah

La boda de María Teresa.

La boda de María Teresa.

Ella fue paseo aquella mañana, paseo de nuez y de vainilla sobre la caricia tibia de la brisa. Ella fue rubí, diamante y claridad en la sonrisa sobre la armonía que brotaba a borbotones de una suave aurora desgranando rocío sobre su cara. Ella fue fiesta en un lienzo blanco sobre el agua clara que bajó de la montaña en aquel día, ella fue, fue el rubor del limonero que esparció aleteos de armonía perfumada por su paso, aquella mañana de su casamiento.

“la carne aquella noche despertó hogueras y tiño la sangre de un calor salvaje; el viento protegía el amor en la ventana del bosque y ella desnuda en su lecho de río le mostró sus senos. El paso de las manos de él sobre su cuerpo fue igual que el paso de las gaviotas que en leves aleteos vuelan etéreas hacia el infinito, el beso de los labios de ella fue una gota de agua dulce temblando sobre el pétalo que en la boca de él era el esbelto tallo..., de una selva antigua. Y el campo se llenó de trigo aquella noche, y la testa del trigo se llenó de nieve y sobre la nieve se abrieron los muslos, y brilló la noche”

Él fue un rumor de antaño, laborioso, atávico, con la expresión salvaje del follaje y la armonía virgen del tacto de la seda, todo en uno. Él era la tarde bajo un árbol viejo, sereno, con la brisa en la palabra y la mar en la sonrisa: paz. Él fue la lumbre clara de la hora en que se piensa, el amigo del viento, el rumor de las hojas, y la corteza del roble: hombre. El se dejó cubrir por ella de los abismos del siglo cantando, verde, sobre el viento, y bailando, amarillo y sobre el sol..., aquel mediodía de casamiento. “todo estalló cuando la noche, estallaron sus bocas en agua, en pozo; el pozo estalló en un manantial que llamaba a la ternura de los pechos; en sus pechos ambos anhelaron la frescura de la fruta: la fascinación, casi casi devoción de cita: la primera; devoción de santuario; de casa, devoción de muslos atados estallando junto con la noche. Estallaron sus cuerpos mordiéndose los vientres; estallaron sus rodillas en mil poros con el mismo gusto que tiene..., la canela; y lo que más estalló mientras se amaban..., fueron ambos corazones en el centro justo de sus justas sonrisas”

Ella y él comenzaron aquella mañana cantando, al cantar el universo les mostró sus alianzas; la única posible en los llariegos: la de dentro de sí mismos. Ella y él mágicamente desvelados amalgamaron los ecos de las inquietudes en el ansia de ser lo que ellos eran: el alimento para que las raíces de sus raza siguiera siendo simplemente: un resumen de inocencia. Ella y él oyeron crujir la tierra al pronunciar sus nombres y sellar el pacto..., de la nobleza, de los años. 

De la boda de María Teresa con mi padre, Jandalillo, nada más añadiré; sin duda habrá otros días para seguir, yo, hablando de otros años de Teresa. Solo una cosa más añadiré: el día que ella se fue le pidió a la fina lluvia de mi tierra una última canción..., y desde entonces Asturies está más verde que nunca.

Xándalu (Jandalillo)

4 comentarios

Sakkarah -

A mí me ha hecho ilusión que me diera permiso para ponerlo.

Un beso, Gea.

Gea -

Como en todos sus escritos, Jandalillo es capaz de mostrar poesía en cada palabra, en cada pensamiento.

Me gusta haberlo leído aquí.

Un abrazo.
Gea.

Sakkarah -

Jazmí, me pasa como a ti, me encanta. Está lleno de poesía.

Un beso para ti.

jazmin -

Xándalu, que belleza tienen tus letras, te paseas en el amor y te detienes en cada rincón llenándolo de belleza. Me encanta leerte. Es todo un placer hacerlo.

Un abrazo