El extraño caso del inspector Mendieta.
El inspector de policía Julio Mendieta, aparcó su coche en el número veintitrés de la calle Oslo y descendió de su vehículo acompañado por Manuel Torres, compañero suyo desde hacía cinco años, cuando le trasladaron al cuartel donde estaba ahora trabajando como inspector.
- ¿No es ésta la calle donde vivía el comisario?- Preguntó a Torres
- Pues me parece que sí, en fin, vamos a ver qué tenemos en el piso de ese canalla.
La pareja estaba investigando un caso de homicidio, al parecer se acusaba a Raimundo Fernández, jardinero de sesenta y tres años, de haber asesinado a su esposa, Eugenia Sanchís, presa de un ataque de celos.
Mendieta levantó el cordón policial que cruzaba la puerta del piso donde residía el matrimonio, y accedió a un recibidor de pequeño tamaño con un pequeño mueble coronado por un espejo, un perchero del que colgaban tres largos abrigos y un paragüero. El recibidor daba paso al salón donde los policías se detuvieron. Al parecer, el cadáver de Eugenia había sido hallado en aquella estancia. Sobre una mesa de madera rodeada por seis sillas se podían ver varias fotos de la pareja. Mendieta cogió una y se detuvo a mirarla.
- Me suena esta cara, Torres, tengo la impresión de haberlo visto en alguna parte.
- No sé en qué lugar habría podido coincidir un jardinero de sesenta y tres años contigo -replicó Torres con un semblante más serio de lo habitual- te pasas el día trabajando o viendo a Maica.
- No seas exagerado, Torres. Es cierto que últimamente nos pasamos todo el tiempo juntos, pero es que tenemos mucho agobio, ya sabes, tenemos que organizar nuestra boda.
Estaba seguro de haber visto antes a aquel hombre, pero no podía recordarlo. Mendieta se dirigió al baño y empezó a registrar un botiquín buscando algo que no logró encontrar, seguidamente comenzó a registrar los cajones del mueble del lavabo y comenzó a mirar por todas las habitaciones cada vez más apresuradamente.
- ¿Qué buscamos?- dijo Torres.
- Insulina, jeringas, agujas, cualquier cosa así. Eugenia Sanchís era diabética así que es extraño que en la casa no haya nada de eso, ¿no crees?
- ¿Era diabética?
- Claro, ¿no recuerdas? Según parece su marido cambió la insulina por veneno, fue así como murió.
Mendieta registró el armario de la habitación de matrimonio y observó todas las prendas, su semblante se mostraba aún más serio que antes.
- ¡Qué extraño! Raimundo Fernández era jardinero y no encuentro ningún mono de trabajo en su armario. Además, todo lo que hay aquí son trajes italianos, no parece la ropa que suelen vestir los jardineros.
La reacción de su compañero en esta ocasión se limitó a un encogimiento de hombros, así que Mendieta volvió al salón donde se detuvo pensativo y comenzó a pasear por la habitación desde un extremo hacia otro, como en las películas de detectives.
- Si no hay insulina, ni ropa de jardinero, ni veneno, sólo puedo llegar a una conclusión- dijo finalmente- ésta no es la casa de Raimundo Fernánadez. Alguien nos ha dado esta dirección y ha colocado las fotos sobre la mesa del salón, pero por qué iban a hacer eso. En la comisaría deben tener el domicilio correcto de Fernández, voy a llamar a...
Antes de que pudiera terminar la frase, Torres le agarró ambos brazos y le colocó unas esposas. Encañonado con una pistola lo obligó a sentarse en una silla, donde ató sus brazos y cuello al respaldo de la misma, impidiendo todo movimiento.
- ¿Pero qué pasa?- preguntó Mendieta, asustado- ¿Qué coño está pasando aquí, Torres? ¿Por qué me haces esto?
- ¡Calla inspector!- contestó Torres en un tono seco y autoritario.
Mendieta podía escuchar como cada vez entraban más personas a la habitación situándose detrás de la silla donde se encontraba, lo cual lo asustaba aún más. No podía girarse a verlos porque tenía los brazos y el cuello atados al respaldo de la silla. Ahora acababa de recordar de qué le sonaba la cara de Raimundo Fernández, era el agente Ortega, pero estaba maquillado y con una peluca para que pareciese un hombre mayor y canoso. cada vez estaba más confuso.
-¿Quiénes son esos? ¿Qué me vais a hacer? ¿Ortega también está metido en esto? -su voz cada vez era más nerviosa.
- ¡He dicho que te calles ya!- contestó Torres furioso.
De repente una música comenzó a sonar y por la puerta situada en frente de Mendieta entró una joven vestida con uniforme de policía. Mendieta no la conocía, no la había visto nunca en comisaría. La mujer llevaba el uniforme más ceñido de lo habitual, marcando unas perfectas curvas. Le desató el cuello de la silla bailando a ritmo de la música, lo cual, dejó aún más perplejo al inspector, al girarse vio a todos sus compañeros de comisaría que gritaron al unísono.
- ¡Feliz despedida de soltero, inspector Mendieta!
- ¡Mierda casi me muero del susto!- dijo tras soltar una carcajada- ¡Os dije que no contrataseis a ninguna stripper!
Eilen (Tesituras)
7 comentarios
Sakkarah -
Un beso.
elbucaro -
Eilen -
Gracias a todos.
jazmin -
Saludos.
Sakkarah -
Besos a los dos, Eilen y Margot.
Eilen gracias por dejarme tenerte aquí.
Eilen -
Gracias a tí también Margot, lo cierto es que si yo tuviera amigos así me pasaría la vida en el cardiólogo.
Un abrazo a las dos.
Margot -
Te felicito Eilen, muy ingenioso.
Un abrazo para ti y otro para nuestra querida anfitriona.