Zapatos viejos.
Los dejé junto a la cerca del faro, en el camino. Están viejos y gastados. Han pasado mucho tiempo conmigo, me han acompañado al pueblo, a la cantina de María, a los acantilados y a la playa. Han pisado por mi los caminos y han subido cientos de veces cada escalón de este faro con mis pies dentro. Su color de cuero se ha ido cambiando poco a poco, con el tiempo, con el uso, con la cremas...
De madrugada oí unos pasos que venían del camino y se acercaban al faro. Sentí temor y encendí las luces de la entrada. Miré por la ventana, pero aquel caminar cesó de repente y no vi a nadie; el camino estaba tan solo como yo dentro de mi faro.
Ayer, al amanecer, salí. Casi tropiezo con ellos. Alguien, la noche anterior, había cogido los zapatos viejos que dejé en el camino y los había puesto en los escalones de la puerta. Habrán pensado que estoy perdiendo la cabeza y no quieren que pierda también los zapatos, pensé.
Hoy, por la tarde, he vuelto a dejar mis zapatos viejos junto a la cerca. Hay un hombre que vaga por los caminos acompañado de un perro, que estaba solo, como él, hasta que ambos se encontraron. Igual a este hombre le hacen apaño.
Me he quedado dormido y he soñado. Soñaba que anoche, mis zapatos viejos, cobraban vida y volvían solos hasta la puerta del faro. Se saben el camino y no querían que otros pies se refugiaran en ellos. O quizás aman a este faro y a esta costa de la misma manera que yo y quieren, igual que yo, acabar sus días en el faro.
Me he despertado pensando en ellos. Acaba de comenzar a llover, he cogido mis botas y mi paraguas y he salido al camino, a donde estaban dormidos mis viejos zapatos. Se están mojando, y de sus cordones caen unas gotas de agua que parecen lágrimas. Me los he traído para dentro y los he secado.
Desde mañana estaré pendiente de ese hombre. Tengo los zapatos en una caja de cartón, sin tapadera, para que se vean, preparados junto a la ventana. Si lo veo venir los dejaré en el camino; son unos zapatos de cuero, que huelen a cuero, a zapatos nuevos. Los compré hace unos días y no los he usado. Los míos, los viejos, los he atado uno al otro con sus cordones. Dentro de un rato, cuando baje a la playa, los llevaré al hombre, para que sigan viendo este mar, para que se sigan llenando de su olor... es mi mar, y es también el suyo... Ellos verán llegar sus últimos días junto a este faro... junto a este viejo farero que puede estar perdiendo la cabeza poco a poco, pero que no va a perder sus zapatos viejos.
Viejo farero
7 comentarios
EL SALMON -
Sakkarah -
Si quieres puedes darme también un escrito tuyo, pues me haría ilusión ponerlo aquí.
Muchos besos, Ana.
ANA -
Sakkarah -
Un beso.
El viejo farero. -
Lluvia de besos y abrazos.
Sakkarah -
Margot -
Sigue dejándonos compartir tus escritos, tus sentimientos.
Un abrazo para ti y para nuestra anfitriona Sak.