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Sakkarah

A cada rato...

A cada rato...

A cada rato aporreaban la puerta, y Marina se levantaba a abrir. Siempre se encontraba con que tras ella no había nadie. Eran los fantasmas que no la dejaban tranquila. Podía no levantarse, pero siempre guardaba, en lo más recóndito, la esperanza de una visita.

Era muy especial, tanto que vivía encerrada en una caracola de mar. En lo más profundo y oscuro estaba ella, con su oído puesto, escuchándolo todo; y ese todo, dolía. No era precisamente una antigualla, pues su mente era abierta para mirar el mundo; pero su vida se desarrollaba en un círculo especial que un día se trazó. No resistía su corazón un desvío.

Se sentía bella en su soledad, y horriblemente fea en la mirada de otro; por esa razón, poco a poco, se fue fraguando en su mente la retirada del mundo. Ya sólo la perturbaban esas llamadas de fantasmas, que eran el único vínculo que sostenía con la realidad.

Sakkarah

4 comentarios

Sakkarah -

Gracias, Cris. Me alegra que te guste.

Un beso.

Cris de Gramont -

La belleza está en los ojos de quien mira. Bello relato.
Mila musuak

Sakkarah -

Gracias...Me alegro que te guste.

Muchos besos.

Dinosaurio -

Marina y sus fantasmas son un bello relato.
Un beso.