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Sakkarah

Abría su puerta.

Abría su puerta.

Abría su puerta leñosa para que yo entrara. Con sus brazos rama me tomaba por el hombro alentándome a entrar. Las flores se alineaban haciendo paso, y mis pies se posaban por su alfombra de raíces. 

El musgo tapizaba sus paredes, de las que pendían candelabros de margaritas. Me resultó curioso, ver preparar a las abejas el postre, tan laboriosas. 

El sol brillaba, esperando a la salida, y mi corazón latía descansado mientras, fuera, veía retozar las cabras que me traerían el desayuno. Ligero era mi peso con mi mente desinhibida, alejada del ruido, el alma se eleva a la copa; y entre amarillos y verdes se bebe el cielo. 

El río suena invitándome al baño, feliz me siento en este hogar aislado donde en soledad floto. Un suspiro se escapó en el aire, y en los raíles serpentea camino de la ciudad. No hay billete de vuelta. Saco el pañuelo de las ausencias, para ondearlo diciéndole adiós.

Sakkarah

6 comentarios

Sakkarah -

Gracias, Dino. Es que allí se está muy bien.

Un beso enorme.

Dinosaurio -

Bonito cuento. No me extraña nada que no quieras volver.
Un beso.

Sakkarah -

Sí, Poeta. Allí se está mejor.

Un beso.

ElPoeta -

Mi querida Sakkarah, bucólico y hermoso ese paisaje... Mejor quedarse allí... El billete de regreso está de sobra. Besos,
V.

Sakkarah -

Jajajaja, a veces me da por ahí.

Se conoce que son ganas e evadir la realidad.

Un beso.

Fernando -

Te leo muy Peter Pan...