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Sakkarah

Con sus grandes orejillas...

Con sus grandes orejillas...

Con sus grandes orejillas, y sus ojos fijos me miraba de manera insistente. Yo quería comprender en su mirada. Sabía que allí se reflejaba mi futuro, que todo dependía de poder leer en esos ojos enormes. Me quedaba hipnotizada, y mi vuelta a la realidad no me aclaraba gran cosa.

Cuando me cansaba me alejaba, y corría tras de mí para ponerse enfrente. Era insistente, quería que descifrara los signos grabados en chispitas negras sobre el tono marrón del iris. Yo prefería hablarle, pues con un movimiento de su boca podría entender, pero sus labios permanecían sellados.

A veces pensaba que él sólo era una paranoia más de mí agotada mente. Entonces lo tocaba, y mi tacto no podía engañarme. Esa piel viscosa y gris no era una imagen creada por mí. Era real, tanto, como que mi corazón aún latía.

Salí de la casa dando un portazo. Ya no soportaba más la sensación de verme acosada por su compañía. Me dirigí a la alameda. A esas horas estaba vacía, y allí, en sus jardines, yo me sentía feliz. Al fin podía respirar, y sentir en la cara la fresca brisa. No duraría mucho esta sensación. A mi lado, muy pegado a mi se encontraba él. Esta vez me sujetó la cara para que no pudiera desviar mi vista de la suya, y leí. Pude ver ese gran río de cascada azulada y blanca espuma. Entonces me di cuenta que aún, a pesar de todo, la vida me había reservado un paraíso. Supe que jamás me encontraría sola, porque el río no dejaría de fluir. Siempre me acompañaría la húmeda sensación de mi piel, después de la caricia del agua.

Sakkarah

4 comentarios

Sakkarah -

Gracias, Dino. Es cierto que no sabemos ver. Más besos.

Dinosaurio -

Buen relato, Sak. A veces estamos rodeados de gnomos así, pero no sabemos ver "tres en eun burro".
Un beso.

Sakkarah -

Jajaja, furgo, me encanta tu humor, y tu manera de ver el cuento de caperucita.

Muchos besos.

Furgo -

No te fiabas del duende y al final resulta que iba de buen rollito. Claro que queda siempre algo para cada individuo, por supuesto. Cuando se cree uno que ya le va todo estrecho, aparece en el fondo del armario un pijama de su talla. Entonces se duerme y sueña de nuevo.

(Y se le aparece Bugs Bunny, el señor Spok, la mula Francis, un gnomo o cualquier otro fantástico ser que tenga las orejas en punta y ojos grandes.) (Bueno, también podría colarse el lobo que se crujió a Caperucita. Pero no era tan malo. Simplemente era de extracción social baja y le caía gorda la repipi esa.) (Yo lo entiendo. No lo apruebo, pero lo entiendo.)

Hermosa prosa.
Un beso, socia.